martes, 18 de septiembre de 2007

El cielo refleja su mortaja gris sobre las casas mientras escribo esto. No es temprano ni es tarde, ni el tiempo importa demasiado porque estoy lejos de todas las cosas; lejos de mí. Siento tristeza de cenizas tibias en mis huesos. Siento rabia de animal herido. Siento el clamor urgente de los frutos en los árboles; el grito desesperado de las flores que el último aliento frío del invierno aún mantiene en cautiverio. Imágenes de ayer y de mañana se cifran en palabras que no ofenden por profanas ni, por sagradas, halagan el espíritu. Palabras tibias como las cenizas de mi tristeza.

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