martes, 29 de mayo de 2007

Todas las caras se ven borroneadas, como sombras de colores detrás de una lente sucia, pero al mismo tiempo el vértigo intercala imágenes hiperrealistas con el borrón general que ahora llega a sus ojos desde el mundo exterior.

Despierta momentáneamente de la náusea con los ojos abiertos; boqueando como un pez recién pescado. La lucidez que precede al malestar le es apenas tolerable.

Una mujer de ojos claros lo mira con curiosidad y luego aparta la mirada. Él siente un reflujo nauseabundo mientras el vagón se sacude suavemente. La náusea se repliega por un instante y él no sabe si ha ganado una pequeña batalla o acaso esta retirada sea signo velado de una próxima embestida más violenta.

Lo horrible de la situación -piensa- es la indiferencia de los demás. No entiende cómo puede ser que su tragedia no conmueva los cimientos del mundo.

Recuerda el libro de Camus que nunca leyó y vuelve a sumergirse en su náusea con los ojos entrecerrados.

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