domingo, 6 de mayo de 2007

Las teclas debajo de los dedos suenan como los pasos de unos pies ligeros.

Quizá sean los pies del intelecto, ágiles pero cautelosos. Porque se sabe que el camino del intelecto está lleno de baldosas flojas.

Uno escribe a riesgo de pisarlas y quedar salpicado de imbecilidad.

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