lunes, 7 de mayo de 2007

Hoy he tomado la resolución de ser un hombre excepcional.

Empezando desde ahora mismo.

Si ustedes fueran yo, me dirían -y no sin justicia- que ya he tomado repetidas veces la misma resolución, pero esta vez me tengo mayor fé y quizá por eso mismo me animo a decodificar mi resolución en esta página.

Se me ocurre que un hombre excepcional puede basar su desarrollo como tal en alguna de las siguientes condiciones primordiales:

a) Tener un talento o cualidad o caracteristica extraordinarios. Es decir: que difieran de cualquier otro talento o cualidad o característica que puedan ser considerados corrientes.

b) Adoptar elecciones de vida extraordinarias. Es decir: que difieran de las elecciones de vida usuales.

Si bien poseo diversos talentos moderados, como cualquiera, he decidido que no poseo talentos extraordinarios que me pemitan ingresar en la primera de las categorías descriptas anteriormente.

Entonces, me veo obligado a ser un hombre excepcional habituándome a tomar decisiones de vida extraordinarias.

De cualquier modo, no me escapa el detalle de que mi cuerpo es ordinario y, por lo tanto, ciertas decisiones que le atañen quedan sujetas a lo ordinario por el cordel invisible del sentido común. Por ejemplo: diré que respirar de modo inusual no tiene un uso práctico, ni al menos un uso romántico, en mi camino hacia una humanidad de excepción, y por ello me limitaré a respirar tal y como he hecho durante los 28 años, seis meses y dieciséis días de vida que preceden al momento actual.

Trataré de reservar mi énfasis exceptuante para situaciones que requieran, por ejemplo, fidelidad a mis ideales, caballerosidad deportiva o la supresión de todo anhelo de venganza (justificable o no).

Deseenme suerte.

No hay comentarios: