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Aquí el escritor duda.

Se sienta frente a la página en blanco y se decide por la escritura automática. Suspira. Piensa en otras actividades que podría estar realizando en otros lados, la mayoría de ellas lejanas a la literatura. Escucha el ruido del mundo en silencio. Cuando todo está en aparente silencio los ruidos imperceptibles se hacen perceptibles primero, luego se hacen intolerables. En este punto el escritor piensa en eventos su vida, tratando de realizar una proyección estadística hacia el futuro próximo. Luego hacia el futuro lejano. Luego vuelve al presente, desnudo ya de todo afán adivinatorio.

Aquí el escritor desiste.